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martes, 6 de septiembre de 2011

Historia mundial de la pobreza, cpitulo 1

CAPITULO I.

LA POBREZA. GENERALIDADES Y CONCEPTOS.


Historia de la Pobreza:


Como lo refleja la Biblia, en muchos de sus paisajes, la pobreza es parte de la historia misma de la humanidad, siempre se le ha considerado como una situación normal en la vida del hombre. Los escritos de la antigüedad reflejan como la escasez de alimentos y el hambre eran algo crónico y común.

Durante la edad media aparecen las primeras manifestaciones de pobreza. Precarias viviendas sirvieron de morada al hombre y su familia. Estas, con una sola habitación en unos casos, y con un máximo de dos en otros, se constituyeron en casas que fueron el producto de construcciones rústicas y ordinarias, carentes de los servicios básicos, donde el desconocimiento de las más elementales normas de higiene agravaba las condiciones precarias de vida en las que habitaban miles de personas. Otro de los fenómenos habituales para la época era el hambre, las costumbres medievales permitían apreciar una notoria contraposición entre opíparos banquetes, de los que disfrutaban las personas que integraban las clases sociales más nobles y la inanición en que se debatían otras menos afortunadas.

Durante el siglo XIII y las siguientes tres centúrias el hambre continuó. “Entre 1201 y 1600 el ritmo de su crecimiento y propagación se mantuvo constante: Siete épocas de hambre y diez años de escasez de alimentos a lo largo de cada siglo”.[1]

El hambre y la escasez han acompañado por siglos la evolución de la vida del hombre, múltiples capítulos de la historia de la humanidad así lo reflejan, largos períodos de hambre generaron muerte y miseria. Esas largas jornadas de hambruna fueron manifestaciones intensas de la pobreza.



La pobreza se ha mantenido durante siglos como un enquistado mal difícil de exterminar. En 1798, el clérigo ingles Thomas R. Malthus[2] dejó saber, mediante un ensayo publicado, sus conclusiones acerca de la constante tendencia observada en la población a crecer por encima de la producción y la capacidad de abastecimiento de alimentos. Esta anomalía, sin un control adecuado absolutamente necesario, siempre arrastraría a la masa humana al hambre, a la enfermedad y a la guerra. La pobreza era para él, en sus consideraciones, un algo inevitable para la mayoría de los seres humanos.

Para mediados del Siglo XVIII, durante la llamada “Revolución Industrial”, se produjeron cambios y la producción comenzó a registrar un aumento progresivo. Pero este fenómeno también involucraba el incremento de la población, el cual para inicios del siglo XIX ya mediaba en un 50%. Disminuyó el índice de mortalidad y aumentó la producción de alimentos, surgiendo además otros recursos que ayudaban a abastecer a un gran número de personas.[3]

El Siglo XIX fue el siglo de la explosión demográfica, en ese período la humanidad creció más de lo que lo había hecho en millones de años. Pero, de la misma manera como esto sucedió, continuaron produciéndose nuevos acontecimientos que generaron hambre en la India, Irlanda, China y la URSS, por mencionar algunas de las regiones del mundo más importantes que fueron afectadas. Curiosamente, estas grandes crisis, no afectaron mayormente los países del mundo occidental.

Actualmente, el hambre y la escasez todavía prevalecen con sus amargas y terribles consecuencias, sin que este problema se haya logrado reducir significativamente o eliminar en nuestro continente.

      Para América Latina la pobreza ha sido siempre un flagelo en constante evolución, que toma fuerzas y abarca, con sus tentáculos, un elevado porcentaje de la población. A la pobreza, como mal de la sociedad, debe cortársele el paso, combatirla, reducirla progresivamente hasta erradicarla. Es por ello que en nuestros Países, a través de nuestros gobiernos y nuestras sociedades, debemos hacernos eco de la advertencia que hace muchos años lanzó el Sr. James Grant, Director General de la UNICEF, quien señalaba que en pobreza “lo peor todavía esta por venir” y por ello debemos prepararnos para producir las transformaciones necesarias, tomando las previsiones para actuar antes de que sea demasiado tarde.


Concepciones con Respecto a la Pobreza:

Hablar sobre el concepto del vocablo “pobreza” constituye un aspecto necesario y determinante para aclarar el contenido de un trabajo como este. Esta palabra ha sido poco conceptuada en los miles de libros y artículos que se han publicado hasta el presente, por considerar muchos autores que se conoce con exactitud de lo que se está hablando.

El concepto de pobreza es muy genérico e impreciso. La historia conceptúa al "Rico” y al “Pobre” como si fueran dos naciones, cuando en realidad no se puede determinar con precisión cuando se está dentro de una categoría o donde está el punto medio entre ambas condiciones, siempre habrá una porción, un tercio, un quinto o un décimo de la población que tendrá el mas bajo nivel de ingresos o de capital, por lo cual el término “pobreza” se torna cada vez mas subjetivo y complicado de precisar.

Algunos autores e investigadores, desde hace mas de medio siglo, han coincidido en establecer que la pobreza es un mal social, una condición que estratifica al ser humano que vive dentro de una sociedad. La catalogan como un sustantivo que identifica una degeneración social, mientras que otros la expresan en conocimiento de lo complejo y extenso de lo que encierra el concepto en sí.

Entre las opiniones, mayormente manejadas, capaces de conceptuar de manera diferente a la pobreza tenemos:

·     “La pobreza es intrínseca de la misma naturaleza humana, cuando no nos sentimos satisfechos, cuando vemos que otros viven mejor que nosotros.” [4]



·     “Se entiende por pobreza la condición social que agrupa a aquellos que actualmente no pueden tener un nivel de vida decente, aquellos cuyas necesidades básicas superan la capacidad de sus medios para satisfacerlas”[5].

·     “La pobreza es la incapacidad de satisfacer las necesidades mínimas”[6]. 

En los dos últimos conceptos se deben destacar la presencia de los vocablos “necesidades” y “decente” por considerarlos como elementos claves para relacionar la idea de lo que se quiere conceptuar, aunque debe quedar claro que cada uno de nosotros puede tener su propia concepción de lo que es un nivel “decente” y cada familia la idea de lo que son sus “necesidades”. Cuando se habla de “necesidad” o de “necesidades” me refiero a aquellas aspiraciones básicas a las que todo hombre desea acceder para adquirir una condición de vida adecuada, apropiada al medio social en el cual se desenvuelve. A estas urgencias básicas se les denomina alimento, vestido, educación, salud y otras tantas semejantes que le permiten al ser humano darse a sí mismo y a su grupo familiar la capacidad de vivir y desarrollarse con holgura dentro de su medio social, ambiente en el cual quiere y debe ser un ente participativo en el proceso de producción de la riqueza y disfrute de sus beneficios.

Cuando me refiero al término “decente” o al vocablo “decencia” estoy aludiendo una condición derivada del logro efectivo y satisfactorio de las necesidades primarias lo cual facilita, al hombre y su familia, el disfrute de las comodidades requeridas para vivir con desahogo, para desenvolverse en un ambiente sano, de adecuado roce social, sin discriminación de condición alguna, situaciones de bienestar que le permiten actuar con honradez en la consecución de sus medios de subsistencia. Para que esto pueda lograrse deben combinarse las acciones gubernamentales con las propias particulares inherentes a cada individuo o grupo social.

El término pobreza connota hambre, pero esto no es lo único en que realmente se debe pensar cuando en América Latina se habla de ella, la pobreza conlleva a considerar otros elementos. Sería un error referirnos a la pobreza simplemente como la carencia de uno o varios bienes considerados necesarios o convenientes para alcanzar el “mínimo de bienestar”. Hay que considerarla como algo más complejo, hay que verla como una condición en la que parte de una población, o grupos de quienes la conforman, se encuentran marginados o excluidos de los procesos que permiten generar riqueza o disfrutar de ella, no tan solo en el sentido monetario sino en un espectro mucho más amplio. De allí que es lógico pensar que las personas, según el país y las circunstancias que afecten a quienes conformen este estrato de la sociedad, tienen sus propios criterios acerca de cómo conceptuar la pobreza y sus elementos constitutivos.

      La pobreza involucra privaciones, discriminación y hasta podría decirse que abandono gubernamental, estas condiciones están determinadas por históricas relaciones jerárquicas, autoritarias o paternalista de estructuras clasistas carentes de democratización, las cuales se dieron, y continúan sucediéndose, como causa efecto de la dinámica establecida en la relación de un pueblo con su gobierno. Esto hace tangible la necesidad de combatir la pobreza desde la óptica de lucha por la plena vigencia de los derechos humanos y la conquista de una autentica ciudadanía, promesa mas que realidad, para una gran cantidad de latinoamericanos, por lo que muchos estudiosos de la pobreza la han precisado como “la falta o insuficiencia de derechos ciudadanos, con ausencia de plena ciudadanía”[7].

Como resultado del análisis de muchos debates sobre “Ciudadanía, democracia y desarrollo”, podemos percibir que la pobreza se puede  entender como el producto de muchos factores causales e interactivos, producto de estructuras históricas, de la vida de los Estados, que han propiciado la exclusión de grandes sectores de la población de lo que podría llamarse los beneficios del desarrollo, no porque estos se rezaguen dentro de la dinámica del proceso de crecimiento económico existente dentro de una sociedad, sino porque en sí, estos grupos, han sido producto de las deficiencias del sistema.

En los países de Latinoamérica, la pobreza y la pobreza extrema, sin importar los criterios que priven para buscar una definición de cada una en particular, no constituyen fenómenos coyunturales ni son condiciones que marcan un reducido grupo social. Por el contrario, los dos vocablos, determinan fenómenos ampliamente extendidos que se han arraigado y profundizado a lo largo de la historia de cada uno de los países latinoamericanos durante las últimas décadas. Ambos representan agrupaciones sociales que definen una calidad de vida, el uno y el otro son una consecuencia de las características que ha presentado el crecimiento económico y el neoliberalismo promovido por los gobiernos de turno y los organismos financieros internacionales.

Sustentados en los aspectos analizados anteriormente podemos conceptuar la pobreza como un grave problema social que engloba e identifica una gran parte de la población, o grupos de quienes la conforman, los cuales son afectados por muchas causales y factores interactivos de naturaleza diferente para cada País del Continente pero que, de manera global, afectan la condición de bienestar del ser humano que vive dentro de una sociedad sin poder satisfacer sus necesidades básicas siendo excluidos, como producto de la ineficiencia existente en los sistemas gubernamentales, de los llamados beneficios del desarrollo.


La Marginalidad. Orígenes.

La palabra “Marginalidad”, mayormente utilizada en América Latina a partir de los años cincuenta ha logrado alcanzar una condición impactante por el contexto de su significado.

Esta palabra, de acuerdo con estudios de profesionales y expertos en la materia, se nutre de dos vertientes teóricas relacionadas entre sí. Por un lado la “Teoría del Hombre Marginal”, o de “La Personalidad Marginal”, y por el otro la teoría de la “Situación Social Marginal”. 

      La primera de ellas, “La Teoría del Hombre Marginal o de la Personalidad Marginal”, fue introducida en la sociología norteamericana por Robert Park y Everett Stonequist, quienes analizaron al hombre marginal como un sujeto, al que su suerte, le ha llevado a vivir en dos sociedades, en dos culturas, no solo diferentes sino antagónicas. Se trata de individuos en situación de conflicto cultural, que participan de una sociedad, sintiendo al mismo tiempo atracción por otra a la cual considera dominante. Es una condición psicológica del hombre, que le permite sumirse en criterios de conducta y métodos de vida que considera acordes con su verdadera situación.    

Al hablar de individuos con personalidad marginal, nos referimos al hombre que vive dentro de un ambiente social inferior al que le sirve de hábitat al común de la sociedad que le rodea, colectividad por la cual se siente atraído pero que a la vez rechaza por sentirse incapaz de poderla alcanzar motivado a su carencia de espíritu de superación y su falta de preparación para enfrentar los retos que involucra el alcanzar esas mejoras deseadas. 

Este “Complejo de Marginalidad” caracteriza un amplio sector de la sociedad latinoamericana, la cual ha perdido valores útiles para la eficiencia productiva y la organización social. Quienes  conforman este estrato de la sociedad se distinguen por estar sumidos en la resignación, la impotencia, el abandono personal y el fatalismo . En resumen son seres humanos que poseen una ausencia total de espíritu de superación aunque, en el fondo de sus corazones y pensamientos, se sientan atraídos por la idea de formar parte de un nivel de vida que realmente es mayormente confortable y agradable.

Psicólogos, antropólogos y sociólogos definen esta ausencia de espíritu de motivación al logro como un complejo de inferioridad que hace al hombre evadir situaciones difíciles, que le hacen abandonar metas y objetivos importantes en su vida, para aceptar con conformidad lo poco que tiene sin procurar proyectarse hacia un futuro mejor.

Las causas atribuidas a esta concepción simplista de la vida son la tradición histórica de dominio, propia de las culturas negras e indígenas avasalladas en la antigüedad por el señorío europeo, la carencia de intensidad para promover acciones tendientes a superar sus necesidades, la carencia de empuje, la pérdida de la dignidad, de  educación, de auto estima y del honor.

Esta suma de valores perdidos lleva al hombre marginal a constituirse en un ser dependiente del Estado, que desea y acepta con facilidad el paternalismo, que ve al Estado todopoderoso como su única salvación, haciéndose proclive al populismo y la demagogia.

La segunda vertiente, la que corresponde a “La Situación Social Marginal, deriva de condiciones que producen cambios en la vida del hombre. Esta teoría es explicable por la suma del contenido de diferentes concepciones:


·     La concepción ecológica:
Abarca la designación genérica de “marginales”, la cual se aplica a las aglomeraciones urbanas que se incrementan y toman asiento firme en localidades ubicadas al límite de lo que es considerado como núcleo urbano. Estas congregaciones de población son el producto de rápidos crecimientos demográficos y de la instalación de viviendas improvisadas sobre terrenos ocupados ilegalmente.

·     La concepción social:
Se refiere a las condiciones deplorables de vida y de trabajo que son detectadas en los barrios marginales citados con anterioridad.

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