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martes, 6 de septiembre de 2011

Historia mundial de la pobreza, capitulo 2.

CAPITULO II
Situación Actual de la Pobreza en los Países de América Latina.


Pobreza y Población:

Desde los mismos inicios del siglo XVIII,  como se pudo conocer en el contenido que hizo referencia a la historia de la pobreza, los estudios realizados sobre este flagelo social se han relacionado con la explosión demográfica. Malthus, quien hizo este descubrimiento, fue el primero en dejar constancia de esta conexión.

Malthus, en su primer ensayo sobre la población en el año 1798,  señaló[8] la relación entre la población, la tierra existente y la cantidad de cosechas que se podían lograr por cada hectárea de terreno ocupada. Concluyó que los alimentos son necesarios para la subsistencia del hombre, del mismo modo como la atracción de los sexos es inevitable, lo cual ha hecho a estos factores permanecer invariables a lo largo de toda la historia de la humanidad.

Cinco años más tarde, en 1803, y luego de múltiples críticas por sus conclusiones anteriores, Malthus editó su segundo libro[9], en el cual reforzaba su tesis y afirmaba que para todo exceso existía el control y que por tal motivo el crecimiento de la población era sensible de ser frenado con acciones racionales, de lo contrario este fenómeno conduciría en el transcurrir del tiempo, hacia el vicio o la miseria.

El estar a merced de fuerzas que no se pueden controlar conlleva irremediablemente a consecuencias catastróficas para el hombre en particular y para la sociedad en que vive. En este caso, el no poder controlar una población que crece desmesuradamente, sin los recursos adecuados y sin las condiciones de territorio y medios que satisfagan sus necesidades básicas, conlleva con seguridad a la unión de una población numerosa y a la conformación de una sociedad en la que la pobreza y la marginalidad serán factores inevitables de su propia destrucción.

Para muchos, las aseveraciones de Malthus son altamente realistas, mientras que para otros no son mas que vaguedad y testimonios falsos, pero vemos que fue Malthus el primero en establecer claramente que toda población, humana y/o animal, tiene el instinto de aumentar en progresión geométrica o en índice exponencial, si no existen los controles necesarios. Esto obedece a que las poblaciones tienden a incrementarse en términos de índices anuales y este crecimiento porcentual se duplica en períodos de tiempo directamente proporcionales y bien definidos, afectando la capacidad de obtener recursos para su propia subsistencia.

La disminución de recursos, la carencia de alimentos, vestido, medios de educación, de protección de la salud y otras facilidades que favorezcan la vida del hombre, conducen inexorablemente a la pobreza y a la marginalidad.


Evolución y Desarrollo. Escalada de la Pobreza.

En América latina, durante la primera mitad de este siglo, la pobreza fue principalmente un problema social de naturaleza rural. En casi todos los países latinoamericanos la población incluida dentro de esta clasificación, víctimas de carencias de todo tipo, superaba en número muy superior a la urbana y se encontraba arraigada a viejas estructuras de tenencia de la tierra, de explotación económica y de opresión política. Se podía apreciar en este estrato de la sociedad un nivel de vida muy bajo, así como un elevado índice de mortalidad y desnutrición, lo cual era atribuido a la existencia y práctica de formas arcaicas de organización social y económica. Esto promovió la práctica de políticas de integración y modernización para buscar remediar la situación pero el problema en sí era mucho más complejo.

Estudios realizados sobre el particular por organizaciones como el Comité Internacional de Desarrollo Agrícola (CIDA) demostraron que durante los años sesenta la condición de pobreza estaba vinculaba a formas injustas de distribución de la tierra, no solo por la falta de capital, de créditos, de tecnología moderna, de mercados o carencia de espíritu empresarial, sino por la existencia de situaciones tales como el minifundio, el peonaje, el latifundismo, la existencia de población activa sin acceso a la tenencia de la tierra. A esto se podía sumar que la posesión de tierras se resumía en sistemas de dominación política existentes, de naturaleza no democrática, los cuales se materializaban al nivel regional o local y eran de carácter caciquil, autoritario, u oligárquico.

A raíz de la Revolución cubana de 1959 fueron promovidas, por el gobierno de los Estados Unidos, algunas tímidas reformas agrarias con las que se pretendía cerrar el paso a la revolución marxista continental, virtual amenaza para la región, las cuales fueron resumidas y materializadas en políticas dentro de lo que se llamó la “Alianza para el Progreso”. En numerosos países se iniciaron movimientos campesinos que reclamaban la propiedad y tenencia de la tierra, la libertad de organización y el derecho a salarios justos. El agro latino estaba en efervescencia y las oligarquías latifundistas, propias de débiles clases medias y gobiernos populistas peligraban. Los  pobres  del  campo se constituyeron entonces en las nuevas clases peligrosas, a las que había que suprimir, liquidar o bien atender, en sus exigencias, para evitar males mayores.

A partir de los años sesenta se produjo en América Latina toda una serie de cambios en el contexto político, los grupos dominantes se organizaron de forma nacional e internacional en busca de contener la marea popular conformada por los movimientos campesinos, por los grupos de izquierda y algunos que otros intelectuales que reclamaban, con argumentos de naturaleza económica, política y social, la urgente necesidad de reformas agrarias con bases bien estructuradas. Se instalaron una serie de regímenes militares, más o menos brutales, que generaron un período de extensa violación de los derechos humanos, de conflictos subversivos o de baja intensidad los que, lejos de beneficiar, hicieron más patética la situación de pobreza y desamparo en que se encontraban millones de campesinos latinoamericanos.

Otros cambios estructurales más profundos se hicieron presentes al mismo tiempo, parte de la economía agrícola se modernizo en Latinoamérica logrando una integración mucho mayor a los circuitos globales de agroindustrialización. Los pequeños agricultores comenzaron a resultar carentes de importancia para la lógica de obtención de capitales. Los peones, los parceleros, los pequeños poseedores de tierras y los jornaleros iniciaron su transformación en asalariados de las nuevas empresas multinacionales que comenzaban a llegar al continente.



Los antiguos campesinos y sus hijos, en menos de una generación, comenzaron a declinar, convirtiéndose en parte del naciente proletariado industrial. La pobreza rural comenzaba a modificarse, no a desaparecer, pasaba de una clase productiva a otra con menores posibilidades, debido a que su siempre creciente y vigorosa mano de obra ya no se consideraba necesaria para las emergentes agroempresas innovadoras en tecnología que la suplantaban por las máquinas.

Esto dio pié a lo que tenía por fuerza que ocurrir, comenzó la inmigración del hombre del campo hacia las ciudades, abandonando las tierras a ritmos cada vez más acelerados. Los años sesenta se constituyeron en una década marcada por el éxodo rural masivo y la concentración de estas poblaciones en las ciudades y centros metropolitanos, los cuales hoy día son enormes megalópolis. Durante las décadas de los setenta y ochenta las tasas de urbanización y metropolización de las principales ciudades latinoamericanas rebasaron en más de dos dígitos las tasa de crecimiento demográfico, los cuales comenzaron a ascender.

En la región latinoamericana, a principios de los años ochenta, cuatro de cada diez habitantes se hallaban por debajo de la línea de la pobreza, esto quiere decir que este fenómeno social, afectaba aproximadamente un 38% de la población.

Luego de la famosa “década perdida” de los ochenta, en la cual se desmoronaron todas las tasas de crecimiento económico y se produjo la caída del producto nacional en casi todos los países de la región, surgió la década de los noventa, cuyo año inicial se caracterizó por el comienzo de las políticas neoliberales, de las reformas en busca del achicamiento del Estado, la apertura de los mercados, el desvanecimiento del proteccionismo, la privatización de los bienes colectivos y los drásticos y arbitrarios recortes a las instituciones de protección, previsión y desarrollo social. El resultado de estas medidas fue una creciente desigualdad en las sociedades latinoamericanas, además del aumento desproporcionado de los índices de pobreza.

En Septiembre de 1990 se realizó en Quito Ecuador, “La Conferencia Regional sobre la Pobreza”, promovida por los Países latinoamericanos, en la cual se estimó cerca de un 62 % de la población en condición de pobreza. Esta cifra representaba alrededor de unos 270 millones de habitantes.

Debido a este aumento de la pobreza, en Latinoamérica se propagó la necesidad de buscar fórmulas que permitieran mejorar, o al menos igualar, la calidad de vida dentro del ámbito de la región. Se continuaron las reformas estructurales del Estado y sus instituciones para lograr la eficiencia que contribuyera a la reducción progresiva de la brecha entre los pobres y los ricos.

A principio de 1999, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNDU), hizo público su “Informe Anual sobre el Estado de la Pobreza” correspondiente a 1998, documento en el cual demostró que existía un alto grado de desigualdad en América Latina, a pesar del ligero crecimiento económico que se había logrado en la región durante los años 96 al 98, período durante el cual se estimó una disminución de la pobreza del 41 al 36 %, con lo que se recuperó el nivel existente en 1980, es decir un 38%.

En el referido informe se resaltó que el número de pobres en Nicaragua, Argentina y Perú había aumentado considerablemente mientras que sólo algunos países, entre ellos Chile y Costa Rica, consiguieron una reducción sustancial de la pobreza. Según el PNUD la recuperación económica de buena parte de los países del Continente ha estado fuertemente ligada a la aplicación de planes liberales, pero al mismo tiempo considera que esto ha generado inestabilidad en las economías.

Esto permite afirmar que la pobreza avanzó arrolladoramente sobre América Latina durante los años 80, afectando uno de cada dos habitantes de la región. La pobreza se agudizó en el Continente, incluso a principios del año 1990 constituyéndose en un problema que no experimentaba ningún retroceso. Gracias a las reformas que se iniciaron a partir de Septiembre del 90 se ha reducido progresivamente hasta lograr volver a los niveles que se tenían para 1980 pero el esfuerzo aún no ha sido suficiente y la calidad de vida se ha degradado, el sector de “pobres extremos,”[10]  o “pobres indigentes,” se ha instituido como una categoría que representa aproximadamente la mitad de todos los pobres.


Este crecimiento incontrolable de la pobreza ha dado paso a conclusiones que se han formulado los observadores del problema, quienes en su mayoría han coincidido en que la pobreza en América Latina presenta un cuadro de extrema gravedad.

De acuerdo con los números de la Comisión Latinoamericana y del Caribe sobre el desarrollo social (CLCDS), entre el año de 1980 y el de 1990 el total de pobres aumentó en 60.000.000, alcanzando a 196.000.000 el número de latinos con ingresos inferiores a 60 dólares mensuales, lo cual nos dice que más del 70% de la población total no podía cubrir con esos ingresos sus necesidades primarias. La pobreza extrema, calculada para todos aquellos con ingresos inferiores a 30 dólares mensuales también aumento en el mismo período y afectó a unos 74.000.000 de personas.

De conformidad con cifras del Banco Mundial de Desarrollo, se estima que aproximadamente una de cada tres personas (1 de cada 3), viven en la actualidad sumidos en la pobreza, cifra que permite pensar aproximadamente en 160 millones de personas, cuyo promedio de ingresos no es mayor de dos (02) Dólares diarios. Estas cifras son el producto de estudios realizados por la referida institución y dados a la luz en el mes de Noviembre de 1998, de aquí su actualidad y realismo muy a pesar de que también se deja saber, en los correspondientes informes, acerca de las ligeras mejoras que se experimentaron durante los años 1996, 1997 y 1998, las cuales no impiden que el nivel de pobreza en América siga siendo un problema con carácter persistente en la región.


Características Generales y Particulares de la Pobreza en América Latina:

En un artículo del investigador Peter Townsed,[11] se puede leer: “Quien es pobre se muere antes. Mis investigaciones prueban que la pobreza mata. No se trata de un comentario político o social, sino de un hecho científico”. Esta aseveración se puede corroborar y aplicar en la América Latina, donde más de 1.500.000 muertes se atribuyeron a la pobreza, en primer lugar a niños y mujeres, quienes por ser más débiles sucumben más fácilmente al hambre y la adversidad. Unos 2.000 perecen diariamente. Millones de mujeres, son hoy cabeza de hogar y según cifras del "Population Crisis Committee" de Washington se encuentran en “situación de pobreza, impotencia y hambre”, trabajan largas horas, durmiendo y comiendo menos.

En casi toda América Latina se han perdido progresivamente las defensas gubernamentales contra la pobreza. Se han venido proliferando los problemas sociales: la penuria y la marginalidad. Como consecuencia de esto el incremento de los indigentes, el crimen, la violencia familiar y social, los niños de la calle, los ancianos abandonados y otros, que sin serlo deambulan por las calles en el peor abandono, han perdido la razón o simplemente han hecho de las calles y plazas de las ciudades su morada. En las barriadas o sectores habitacionales marginales, las condiciones de salubridad inadecuada son manifiestas, la carencia de servicios públicos adecuados, la aglomeración de viviendas, el éxodo de personas del campo a la ciudad, la proliferación de ranchos y otras tantas manifestaciones de pobreza crecen desmesuradamente sin que exista control gubernamental.

La pobreza en América Latina puede catalogarse como objetiva y subjetiva. En el primero de los casos porque se materializa y se identifica con parámetros mensurables, los cuales se identifican con un nivel de vida bajo, producto de la incompatibilidad de los ingresos para cubrir las necesidades básicas para vivir. La segunda característica se concretiza por una condición mental, que crea la conciencia de ser pobres, marginados o excluidos, de tener menos de lo que tienen los otros, de lo que se debería tener, de lo que se cree se tiene derecho o de lo que se cree se debe tener.

Por último se puede caracterizar por ser absoluta y relativa. Es absoluta porque ella se puede medir en valores o en grados y por niveles tales como educación, alimentación, pesos físicos, espacio vital para un individuo o grupo familiar etc. Y es relativa por que es capaz de ser comparada, es decir de permitir cotejar las desigualdades económicas y sociales existentes en Países de Latinoamérica como producto de las tendencias económicas de las últimas décadas.


Principales Causas y Consecuencias de la Pobreza en Latinoamérica.

Muchos piensan que en las ciudades existen mejores condiciones de vida que en el campo. En las ciudades los índices de bienestar social y las posibilidades de ingreso per capita ciertamente suelen ser mejores pero también mucho más difíciles de obtener. Lo que sí es una realidad es que durante mucho tiempo las políticas de desarrollo han preferido apoyar al sector urbano por encima del sector rural, promoviendo mayor inversión productiva, de infraestructura y  del gasto social.

Esta condición de apoyo constante del Estado hacia lo urbano, lejos de beneficiar, ha ido constituyéndose en un problema muy grave, siendo que las desigualdades sociales y económicas se han reproducido en las ciudades generándose diferencias que han dado lugar a la transferencia progresiva de la pobreza, del medio rural al medio urbano.

Los barrios marginales se han analizado en el transcurso de los últimos años propiciando numerosas comparaciones sobre las condiciones de marginalidad social y estructural que estos han permitido desarrollar en las sociedades latinoamericanas. Como producto de ello el concepto de población marginal se asocia con el de pobreza, sobre todo en el medio urbano.

Aunque se trata de categorías distintas, la marginalidad urbana, a diferencia de la rural no procede, ni del aislamiento ni del atraso que acusan determinadas regiones periféricas de los países latinoamericanos. Las poblaciones marginales urbanas presentan bajos índices educativos y de capacitación profesional, pero no es por ello que están marginadas. La marginalidad se debe a las características y proyecciones del crecimiento económico de los países latinoamericanos, que no han sido capaces de generar empleos urbano-industriales suficientes para absorber la creciente mano de obra desempleada y sub ocupada proveniente del campo.

Esto compete al llamado fenómeno de la “terciarización” de las economías, el cual explica como a falta de empleos productivos una gran porción de la población buscó y continúa buscando conseguir medios de subsistencia en el pequeño comercio, los servicios de bajo rendimiento, la intermediación, los trabajos domésticos etc., a lo cual se le conoce como el sector terciario de las economías subdesarrolladas.

      El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano resalta como principal causa de la pobreza la carencia de compromiso político y no la excusa relacionada con escasez de recursos financieros para justificar la situación de constante evolución de la pobreza.
      Crecimiento económico no implica desarrollo social. En muchos países de Latinoamérica, se ha mejorado económicamente pero no así la calidad y condiciones de vida de sus habitantes.

La estructura social y económica de América Latina no ha sido capaz de modificar la inequitativa distribución del ingreso y la riqueza, ni durante la llamada etapa de “desarrollo hacia adentro”, donde predominaba la sustitución de las importaciones, ni en la actual época de capitalismo neoliberal y globalizador. Apenas se ha logrado un pequeño aumento porcentual en el ingreso de las clases más afectadas. En América Latina, los minúsculos estratos superiores, siempre han tenido superior ingreso y el correspondiente aumento de su riqueza.

Esta concentración de ingreso en América Latina se ha considerado única en su género dadas las crecientes diferencias entre pobres y ricos, no tan solo desde el punto de vista cuantitativo sino del social y cultural, áreas donde se aprecian las diferencias más amplias en estilos de vida, los patrones de consumo y el ejercicio de ciudadanía.

Es probable que estas tan marcadas desigualdades sociales más que los niveles absolutos o relativos de pobreza sean el origen de la también creciente violencia criminal. Las selectivas y pequeñas colectividades de ricos se concentran cada vez mas en bolsones de extrema riqueza, constituidos en colectividades protegidas por condiciones de seguridad tendientes a limitar o frenar la inseguridad en que su misma condición les hace vivir.

Para muchos sigue con sentido de actualidad el discutir sobre la controversia de sí es peor la pobreza rural o la urbana, respuesta que dependerá del hecho que representen los valores y normas de quienes emitan la opinión

Las estadísticas demuestran que existen indicadores socioeconómicos mucho más altos en el medio urbano, así como también se consiguen en este medio mayores posibilidades y oportunidades económicas, educativas y culturales, razón por la cual muchos campesinos han emigrado hacia las ciudades o centros urbanos. Pero como contraposición es una realidad que en el medio urbano impera el hacinamiento, la desorganización social, la contaminación, y otras manifestaciones de desintegración, creciendo día a día múltiples problemas sociales como las migraciones, la deserción escolar, la delincuencia, la violencia, el crimen, las drogas, el narcotráfico, y la prostitución por nombrar algunos, los cuales contribuyen a desmejorar la “calidad de vida” en los estratos más pobres, tanto en el medio urbano como en el rural y agravan la situación de pobreza en Latinoamérica.

Por otra parte la deuda externa es otro factor agravante del incremento de la pobreza en América Latina, ya que aunque fuese cancelado su monto en totalidad aun quedaría una gran brecha o diferencia entre lo que corresponde al nivel de vida de los países desarrollados y los que no lo son, por lo que se requieren grandes esfuerzos para superar este grave problema de la pobreza y la grave situación que al respecto viven la mayoría de los Países del Continente Americano.


La Marginalidad Urbana, la Pobreza y los Sectores Informales de la Economía:

Las características de la marginalidad urbana la identifican con la pobreza y esta a su vez se relaciona con el sector informal de la economía, precisamente porque esta última no esta sujeta a regulaciones ni esta adecuadamente estructurada, además de ser una fuente de ingreso para quienes no tienen acceso a otras fuentes laborales. La cantidad de personas inmersas dentro de este sector es muy difícil de cuantificar. Se estima que entre un 40 y un 60 % de la fuerza laboral urbana se desempeña en este sector económico de baja productividad, de bajos ingresos, sin estabilidad laboral ni seguridad social. Allí se concentra la desocupación abierta y el subempleo, principales causas estructurales de la pobreza en la región latinoamericana.

La unidad doméstica es el eje sobre el cual gira la marginalidad urbana. Es el núcleo de la producción y del consumo, así como un elemento fundamental para las relaciones sociales y la sobrevivencia esencial en un mundo de alto riesgo.

La familia, en el ámbito urbano se ha tenido que fragmentar para producir, las responsabilidades se han delegado también en mujeres y niños quienes se han lanzado a la calle para procurar, de diversas formas, medios de subsistencia económicos, que muchas veces generan en problemas de diversas índoles, producto de la permanencia en las calles, el abandono, el desenvolvimiento social en medios carentes de educación y otros tantos. Pero es importante señalar que para que las mujeres se incorporen a las tareas productivas les es preciso liberar tiempo en el hogar. Sin embargo la ineficiencia de muchos servicios, entre los que podemos mencionar agua, electricidad, y aseo, les limitan en esa incorporación a la sociedad productiva.

La promiscuidad, la prostitución, las drogas, el alcohol, el robo y el crimen son males conexos de una sociedad sin ley en la que se desenvuelven las personas de bajos ingresos. Unas son impulsadas por la necesidad y otras por la desesperación de requerir y no poder satisfacer sus necesidades básicas, aunque la regla no hace la excepción y en algunos casos ya no es la situación la que obliga sino el vicio y el facilismo lo que determina ciertas conductas.

Como quiera que sea este sector terciario de las economías, este medio cotidiano de búsqueda de recursos, aprovechado por una gran mayoría de las clases desposeídas, no representa el camino más puro ni provechoso. Por el contrario, aunque muchos se desenvuelven y procuran sus medios de subsistencia en esta actividad con la mayor honestidad, otro número no menos minoritario lo aprovecha para lograr sus objetivos de manera irregular, amparándose en el vicio, el delito y el crimen. Es por ello que es bien sabido que los pobres muchas veces no logran mejorar su condición valiéndose de sus propios esfuerzos.


La Pobreza Indígena en América Latina:

La población indígena del continente se considera entre las de mayor índice de pobreza y menores posibilidades de desarrollo. Estas poblaciones suman alrededor de 40.000.000 de habitantes distribuidos en casi todos los países, con la excepción de Uruguay, de donde fueron erradicados como tales desde el siglo pasado.

La pobreza en estos pueblos es persistente y muy severa, posee condiciones de vida de diferencias abismales, en comparación con las poblaciones no indígenas.

Recientemente el Banco Mundial, en un estudio realizado, significó esta realidad con las siguientes cifras: Mientras que en Guatemala un 66 % de la población total se encuentra por debajo de la línea de la pobreza, el 87 % de los indígenas sufren de esa situación. En Perú, los indígenas acusan un índice de pobreza que refleja el doble del que sufre la población no indígena, en la que el  55 % de esa población indígena se haya en extrema pobreza.

Bolivia, que es uno de los países más pobres del continente y en el que la población indígena es mayoría se da una situación parecida, siendo que aproximadamente el 48 % de la población no indígena es considerada pobre, también lo es el 73% de la población indígena monolingüe y el 64% de la población indígena bilingüe.

En México, conforme se incrementa la densidad de la población indígena en el sector municipal, se incrementa la probabilidad de ser pobres, siendo que actualmente entre el 70 y el 84% de la población indígena menor de cinco años presenta elevados porcentajes de desnutrición.

Como una consecuencia de este estudio, el Banco Mundial señala como se correlacionan estrechamente la población indígena, la pobreza y otros aspectos como la mala educación y el descuido gubernamental, concluyendo que una mayor inversión del gasto del Estado en la educación,  como aspecto fundamental, contribuiría a disminuir los índices de pobreza, considerando que nuestros pueblos son multiétnicos y que no solo la aculturación contribuye a su educación y preparación para enfrentar retos de la sociedad. De tal manera que las políticas de desarrollo social deben respetar la identidad de los pueblos indígenas, reclamo por demás mayoritariamente exigido por estas comunidades.

En el quinto centenario de lo que se llamó “Encuentro de dos Mundos”, el movimiento indígena continental cobró fuerza exigiendo,  como reivindicación para sus pueblos, la responsabilidad de los gobiernos en el sentido de combatir la pobreza y la marginalidad, el reconocimiento de sus derechos de la libre determinación y de la autonomía, con exigencias de ciudadanía cultural, civil y política. En los Estados multiétnicos latinoamericanos la pobreza no solo es manifiesta en el medio rural y urbano, sino también en sus criterios de identidad étnica. Es por ello que las políticas que no consideren estos aspectos están destinadas a fracasar.



La Búsqueda de Soluciones y la Lucha Contra la Naturaleza:

El crecimiento sostenido y estable es un factor importante para contribuir a la reducción de la pobreza pero también es cierto que la mayoría de los Países latinos no cuentan con los adecuados mecanismos para rechazar los choques adversos que este tipo de modelo de desarrollo causa sobre la población pobre.

La mayoría de los Países del Continente, carecen de programas bien estructurados en lo que respecta a protección social. No cuentan con los sistemas que permitan rechazar los efectos negativos causados por las crisis económicas y los desastres naturales, las enfermedades o los impedimentos físicos que resulten de accidentes laborales o que simplemente afecten la capacidad productiva de cualquier persona. La vejez y otros tantos aspectos, que afectan individualidades y grupos familiares como un todo, lucen sin protección.

Los choques económicos, producidos por la creciente y volátil tasa de crecimiento de la población,  han sido un elemento desbastador para la gente de pocos recursos, los cuales se han ido sumergiendo en mayores niveles de pobreza.

De igual manera se puede afirmar que estos países Latinoamericanos adolecen de adecuados programas educativos que contribuyan a mejorar los niveles de capacitación. Estos aspectos, todos combinados han sido determinantes para el aumento del índice de la pobreza.

El informe anual de las Naciones Unidas para la reducción de la pobreza de 1998 menciona que la reducción de la pobreza en la región latinoamericana se logra cuando hay aumento de la productividad, pero el empleo para personas de bajo nivel educativo se mantiene muy bajo. Por esa razón afirma que la única vía de salida de la pobreza es la educación y capacitación.

Pese a ello la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) cuestiona la idea en cuanto a que la educación es una formula mágica para lograr la equidad social. Por ello considera que las políticas de empleo, demográficas y de asignación de recursos a los sectores más pobres son también fundamentales para combatir la pobreza. La CEPAL agrega que la región no superará la iniquidad en tanto no corrija las estructuras de enseñanza y de empleo.

Hoy en día las metrópolis latinoamericanas constituyen receptáculos humanos, con grandes áreas de hacinamiento desorganizados, en los que por su condición es muy difícil concebir y aplicar planes reguladores para poderles proporcionar de manera sistemática los mínimos servicios humanos para el beneficio de la población. Las grandes masas humanas agrupadas en cinturones marginales urbanos han crecido y lo continúan haciendo de manera irregular, sin concepción urbanística, devorando los pocos espacios verdes disponibles y constituyéndose en verdaderos focos de pobreza y marginalidad, esencia misma de la violencia y de la inestabilidad social. 

Recientemente el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), realizó su 22ª sesión anual del Consejo de Gobernadores, en la cual destacó como tema principal la atención que se está prestando a los países centroamericanos afectados por el huracán Mitch y los problemas de Brasil tras la crisis financiera, así como el informe sobre la cuarta reposición de recursos de esta institución, cuyo principal objetivo es combatir el hambre en el mundo.

El FIDA, que tiene su sede en Roma, fue establecido en 1977, en virtud de una resolución de la Conferencia Mundial de la Alimentación celebrada en 1974, como una agencia especializada de las Naciones Unidas con el mandato específico de proporcionar financiamiento y conseguir recursos para proyectos de desarrollo agrícola con el fin de combatir el hambre y la pobreza rural en las regiones más pobres del mundo.

Según los resultados de esta reunión el número de pobres se ha incrementado más que nunca antes en la historia. Un estimado de 1,3 millardos de seres humanos, más de un quinto de la población, es absolutamente pobre. Al-Sultan, Presidente de la organización, destacó igualmente la situación latinoamericana. “Miren la situación en América Central. En la secuela de devastación que dejó el huracán Mitch a países como Honduras, ha sido destruida toda una generación de progreso. La gente de las áreas donde se realizan proyectos del FIDA han visto desvanecer los frutos de sus esfuerzos. Igualmente, Latinoamérica ha sido afectada por la crisis financiera. Por ejemplo, Brasil, está enfrentando serios problemas”.




La Heterogeneidad Estructural de los Países. Un Elemento a Considerar para la Aplicación de Programas y Estrategias de Desarrollo en América Latina.

Al hablar de la concepción de programas de ajuste, en lo político, lo económico y social, para buscar la equidad, el progreso y desarrollo  en países de Latinoamérica es necesario pensar en la naturaleza propia de cada país y la heterogeneidad estructural de cada uno de ellos. De acuerdo a esto tenemos que considerar que la igualdad de los Estados es un principio político jurídico que tiene mayor posibilidad de reflejarse en los hechos, si la relación de fuerza de los países tuviera un mayor equilibrio. Es por ello que los procesos de integración se logran con mayor facilidad entre países con jerarquía análoga.

Latinoamérica presenta marcadas diferencias entre los países desarrollados y los que están en vías de hacerlo, siendo que existen brechas tecnológicas e industriales que hacen de la dependencia, el endeudamiento económico y la falta de competitividad industrial los principales determinantes de la falta de equidad.

El otro enfoque que se debe considerar es el que corresponde al análisis de la estructura interna de cada país. Estos se diferencian marcadamente en toda la región, sobre todo en lo que se refiere a capacidad de producción, ingresos, recursos y grado de desarrollo.

Los países catalogados como “Primitivos” poseen niveles de productividad e ingresos por habitante comparables a los que poseían en épocas coloniales. Los llamados “Intermedios” se corresponden a la productividad media del sistema, mientras que los mas modernos o  “mas desarrollados” poseen actividades industriales y de servicios pero no transmiten sus beneficios al resto de las economías. Estas razones restringen el “éxito y la homogeneización económica y social de los países en vías de desarrollo, colocándolos en desventaja con aquellos que lo han alcanzado por completo.

En Latinoamérica el problema de la pobreza no puede desvincularse del contexto económico general, por ello las políticas deben distinguir la situación diferente de cada país, debiendo ser orientadas hacia la búsqueda del bienestar y la equidad pero variando las aplicaciones según las situaciones particulares


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